Ministerio de Ciencia e Innovación

Analizan cómo tener animales en los primeros años de vida puede influir en el desarrollo emocional infantil

Investigadoras a cargo del estudio
FISABIO | miércoles, 12 de noviembre de 2025

Un equipo de investigación del Proyecto INMA (Infancia y Medio Ambiente), ha analizado cómo la tenencia de mascotas durante los primeros años de vida puede relacionarse con aspectos del bienestar emocional y conductual en la infancia. Los resultados sugieren que el tipo de animal y el momento de convivencia pueden influir de forma diferente en el desarrollo emocional de los niños y niñas.

El Proyecto INMA, coordinado por el Centro de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP), es una cohorte multicéntrica española creada para estudiar los efectos ambientales (aire, agua, dieta, entorno) sobre el desarrollo infantil. El estudio se ha llevado a cabo por personal de la Fundación Fisabio, organismo dependiente de la Conselleria de Sanidad de la Generalitat Valenciana, el Centro de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP), la Universitat de València (UV), la Universidad de Oviedo, la Universidad del País Vasco, la Universitat Jaume I de Castelló, el Instituto de Salud Global de Barcelona ISGLOBAL y el IIS Biogipuzkoa.

Publicada en la revista World Journal of Pediatrics bajo el título “Impact of pet ownership in early childhood at ages 1 and 4-5 years on mental health at ages 7-8: findings from the INMA project”, la investigación se basa en datos de 1.893 familias españolas procedentes de las cohortes de València, Sabadell, Asturias y Gipuzkoa.

Las mascotas, parte del entorno que contribuye al desarrollo infantil

A partir de los datos recogidos, se examinó la presencia de distintos tipos de animales como perros, gatos, pájaros y “otros animales” como roedores, peces o reptiles, en los hogares cuando los niños y niñas tenían 1 y 4-5 años, y evaluó su posible relación con problemas emocionales o “internalizantes” (como ansiedad, depresión o somatización) y conductuales  o “externalizantes” (como ruptura de normas o hiperactividad) a los 7-8 años de edad.

Tras ajustar los datos por múltiples factores sociodemográficos y familiares, los análisis revelaron que la tenencia continuada de “otros animales” (como peces, tortugas o hámsteres) se asoció con un efecto protector frente a los problemas emocionales, mientras que tener gatos solamente a los 4-5 años mostró una asociación leve con más síntomas emocionales o conductuales. No se observaron diferencias significativas para perros o pájaros, así como para la variable conjunta de tener cualquier tipo de mascota.

Más allá de las cifras

“Hay que tener en cuenta que estos hallazgos no implican necesariamente causalidad y que también hay factores no medidos, como el apego real a la mascota, el posible fallecimiento de animales (y el duelo que esto podría implicar), las condiciones del entorno de convivencia o las diferencias en la crianza, que podrían influir”, explica Llúcia González, investigadora CIBERESP y en Fisabio del Proyecto INMA y primera firmante del artículo.

Es decir, la relación entre tener un gato a los 4-5 años y mayor riesgo de síntomas emocionales o conductuales en la niñez intermedia es una asociación que, en palabras de los autores y autoras, “debe interpretarse con cautela”. “Podrían existir sesgos por selección familiar (familias con ciertas características podrían ser más propensas a tener gatos, por ejemplo), cambios en la convivencia o en el cuidado de la mascota, o diferencias en cómo los padres perciben el comportamiento infantil” explica Marisa Estarlich, co-autora del trabajo e investigadora de Fisabio, la UV y el CIBERESP.

Por otro lado, el efecto aparentemente protector de “otros animales” (roedores, peces, reptiles, etc.) sugiere que estos animales, menos demandantes en cuanto a interacción humana, podrían favorecer una relación estable, lo que podría incrementar el bienestar psicológico infantil. “Incorporar animales de este tipo a las rutinas diarias infantiles podría contribuir a la adquisición de responsabilidades en un entorno en el que el afecto y la empatía se ponen en marcha” afirma Llúcia, investigadora de CIBERESP y firmante del artículo. Otra autora del trabajo e investigadora CIBERESP, Blanca Sarzo concluye que “de todos modos, para poder reforzar estos hallazgos, sería interesante replicar el estudio con mayor muestra y rango de edad y así poder valorar estos efectos a más largo plazo”.

 

Referencia del artículo:

González, L., Guxens, M., Sarzo, B. et al. Impact of pet ownership in early childhood at ages 1 and 4–5 years on mental health at ages 7–8: findings from the INMA project. World J Pediatr (2025). https://doi.org/10.1007/s12519-025-00942-2